Durante 1748, el político y aristócrata británico John Montagu, conde de Sandwich pasó mucho tiempo jugando cartas. Él disfrutaba mucho comer pequeños bocadillos que le permitieran tener una mano libre para seguir jugando. Por esta razón se le ocurrió poner rebanadas de carne en medio de dos panes tostados. Este bocadillo le permitiría jugar y comer al mismo tiempo. El conde nunca se imaginó que su pequeña creación se convertiría en uno de los alimentos más populares del mundo occidental.
Lo que resulta interesante de esto es que difícilmente olvidarás la historia de la invención del sándwich. Esto es aún menos probable que si la información se nos hubiera presentado en viñetas o solamente los datos. Por más de 27,000 años, desde que las primeras pinturas rupestres fueron descubiertas, contar historias ha sido unos de los medios de comunicación más importantes.
Nuestro cerebro y las historias: cómo el cerebro se vuelve más activo cuando contamos una historia.
Todos disfrutamos una buena historia, ya sea una novela, una película o simplemente una explicación proporcionada por un buen amigo. Pero, ¿por qué nos sentimos mucho más involucrados en los eventos cuando escuchamos su narración?
De hecho, la respuesta es muy simple. Si vemos una aburrida presentación de PowerPoint, una parte de nuestros cerebros se activa. Estas áreas se llaman área de Broca y área de Wernicke. Es en estas zonas donde se da el procesamiento del lenguaje, donde se decodifican las palabras y sus significados.
Cuando escuchamos una historia, las cosas cambian dramáticamente. No solo se activan las zonas del procesamiento del lenguaje. También se activan las zonas que usaríamos si hubiéramos experimentado los acontecimientos que la historia cuenta.
Si alguien nos cuenta acerca de lo deliciosa que fue una comida que probó, nuestra corteza sensorial se activa.
“Metáforas como “canta como los ángeles” o “manos ásperas como lijas” activan la corteza sensorial […] Más tarde, los cerebros de los participantes fueron escaneados mientras leían oraciones como “Pablo pateó el balón”. El estudio reveló actividad en la corteza motora, que es la zona encargada de coordinar los movimientos del cuerpo.”
Basta una historia para poner a trabajar a todo el cerebro. Cuando contamos una historia a quienes han influenciado nuestra forma de pensar, se tiene el mismo efecto en sus cerebros. El cerebro de quien cuenta la historia y quien la escucha se puede sincronizar.
“Cuando la mujer comenzó a hablar en inglés, los voluntarios entendieron su historia. Sus cerebros se sincronizaron. Cuando su ínsula, una región emocional del cerebro, mostraba actividad, también lo hacían las de los que la escuchaban. Cuando su corteza frontal lo hizo, la de ellos también. Con solo contar una historia, la mujer transmitió ideas, pensamientos y emociones a quienes la escuchaban.”
Todo lo que has experimentado lo puedes transmitir a otros. O al menos, puedes lograr que sus cerebros reaccionen de la misma forma que el tuyo.
La evolución creó nuestros cerebros para contar historias. ¿Cómo hacer uso de ello?
Sí, todo esto es muy interesante. Ya sabemos que podemos activar nuestros cerebros si escuchamos historias. Sin embargo, queda pendiente la respuesta a las siguientes preguntas: ¿Por qué pasa eso? ¿Por qué el formato de una historia, donde los eventos se desarrollan de una forma específica uno tras otro, tiene un impacto tan profundo en nuestro cerebro?
La respuesta más simple es que así estamos diseñados para funcionar. Si una historia se reduce a su forma más simple es sólo una serie de causas y efectos. Y es precisamente de esa forma que nosotros pensamos. A lo largo de todo el día pensamos en narraciones. Ya sea mientras hacemos las compras o si pensamos en el trabajo en casa. A veces inventamos pequeñas historias, anticipando una reunión, por ejemplo. De hecho, se descubrió que hasta el 65% de nuestras conversaciones se conforma de historias personales y chismes.
Por otro lado, casi siempre que escuchamos una historia, intentamos relacionarla con alguna experiencia personal previa similar. Esta es la razón por la cual las metáforas son tan aceptadas. Cuando nuestro cerebro comienza a buscar un experiencia similar se activa la ínsula, la cual nos ayuda a relacionarnos con esa experiencia.
Relacionamos las metáforas con acontecimientos reales automáticamente. Nuestro cerebro siempre está buscando relaciones de causa y efecto.
¿Cómo hacer uso de esto?
Intercambia sugerencias.
¿Te ha pasado que un amigo te cuenta una historia muy buena y un par de semanas después se la cuentas tú a él, como si fuera tuya originalmente? Esto es absolutamente normal. Además es una buena forma de hacer que otras personas acepten y apoyen tus ideas.
Por lo tanto, la próxima vez que tengas dificultades logrando que alguien apoye tus ideas y proyectos, cuéntales una historia. Esta historia debe mostrar cómo llevar a cabo tu idea es lo mejor que se podría hacer. Recuerda que contar historias es una de las poquísimas formas de plantar ideas en las mentes de otras personas.
Escribe más persuasivamente. Usa historias personales o de expertos.
Si empiezas a escribir algo, es normal pensar “no tengo mucha experiencia en esto, ¿Podría hacer mi escrito más creíble si cuento anécdotas personales?” La mejor forma de salir de este dilema es intercambiando tus historias con las de expertos en el tema. Esta es una gran forma de añadir credibilidad mientras cuentas una historia.
Las historias simples dan mejores resultados que las historias complicadas.
Cuando se piensa en una historia resulta fácil pensar que entre más complicada y detallada, resultará más interesante. No obstante, la verdad es que entre más simple sea una historia más se quedará en la mente de quien la lee. Usar lenguaje simple de baja complejidad es la mejor forma de activar las regiones del cerebro que nos hacen involucrarnos de lleno con los acontecimientos contados en las historias. Intenta por ejemplo, reducir la cantidad de adjetivos o de sustantivos elaborados en una presentación o en un artículo. Cambia esas palabras demasiado elegantes por lenguaje común.
Un último consejo: Nuestros cerebros aprenden a ignorar palabras rebuscadas y frases que se usaban antes para mejorar las historias. Es algo que vale la pena recordar al planear tu próxima historia.