¿Qué es exactamente el vanguardismo?
A principios del siglo XX, el mundo cambiaba muy rápido. Había guerras, avances tecnológicos y mucha incertidumbre. En medio de todo ese caos, un grupo de artistas y escritores decidió que las viejas formas de hacer arte ya no servían. No querían pintar paisajes bonitos ni escribir poemas con rimas perfectas; querían sacudir a la sociedad.
A ese impulso rebelde se le llamó vanguardismo. El término viene del militar «avant-garde», que se refiere a la parte del ejército que va adelante abriendo camino. Y eso hicieron estos artistas: se adelantaron a su tiempo, rompieron las normas académicas y se enfrentaron a lo establecido.
No fue un solo estilo, sino una explosión de «ismos» (movimientos) distintos. Aunque cada uno tenía sus propias ideas, todos compartían algo básico: la disconformidad con la realidad y el deseo urgente de crear algo nuevo.
Características: Rebeldía y experimentación
Para entender estas corrientes, hay que olvidar la idea de que el arte debe ser una «copia fiel» de lo que vemos. Los vanguardistas buscaban lo opuesto:
- Ruptura total: Rechazaban la tradición. Si el arte clásico buscaba armonía y belleza, ellos buscaban impacto, fealdad intencional o provocación.
- Libertad de forma: En la literatura, abandonaron la métrica y la puntuación lógica. En la pintura, se olvidaron de la perspectiva y los colores realistas.
- Mundos interiores: Les interesaba más pintar la psicología, el sueño o la emoción pura que retratar un jarrón con flores tal cual es.
- El manifiesto: Casi todos estos grupos escribían documentos públicos (manifiestos) donde explicaban sus reglas y atacaban a los conservadores.
Los «ismos» que cambiaron todo
Aunque hubo muchos movimientos, tres definieron gran parte de lo que hoy entendemos por arte moderno. Aquí tienes una guía rápida para identificarlos.
Cubismo: Rompiendo la perspectiva
Olvídate de ver las cosas desde un solo punto de vista. El cubismo, liderado por figuras como Pablo Picasso y Georges Braque, propuso que un objeto podía verse desde todos sus ángulos al mismo tiempo.
Rompían las figuras en formas geométricas (cubos, cilindros, triángulos) y las rearmaban en el lienzo. Un ejemplo claro es Las señoritas de Aviñón de Picasso, donde los cuerpos parecen quebrados y los rostros son máscaras angulares. Fue un shock visual que obligó al espectador a armar el rompecabezas con la mente.
Expresionismo: El grito de la emoción
Mientras el cubismo era mental y analítico, el expresionismo era pura tripa y sentimiento. Nació en Alemania y buscaba reflejar la angustia, el miedo y la soledad del ser humano moderno.
Los expresionistas deformaban la realidad para mostrar cómo se sentía el mundo, no cómo se veía. Usaban colores violentos y trazos nerviosos. Aunque es un poco anterior al auge del movimiento, El Grito de Edvard Munch resume esta idea: una figura deformada por el pánico bajo un cielo rojo sangre.
Surrealismo: El poder de los sueños
Influenciados por el psicoanálisis de Freud, los surrealistas querían liberar el inconsciente. Creían que la verdad estaba en los sueños y en lo irracional, lejos del control de la razón.
Artistas como Salvador Dalí o René Magritte pintaron escenas imposibles con una técnica casi fotográfica. Relojes que se derriten, manzanas flotando frente a caras o lluvias de hombres con bombín. Buscaban sorprender y conectar con esa parte extraña que todos tenemos en la mente pero que solemos reprimir.
Por qué sigue importando
El vanguardismo no fue solo una moda pasajera de museos. Cambió la publicidad, el diseño gráfico, el cine y la arquitectura que vemos hoy en las calles de México y el mundo. Nos enseñó que el arte no tiene que ser «bonito» para ser valioso; tiene que ser honesto, provocador y, sobre todo, libre.
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