Mucho más que un juego de palabras
Seguro te ha pasado: vas en el coche atorado en el tráfico, intentas que tus hijos se laven los dientes, y de repente, te encuentras tarareando una cancioncita o un verso que aprendiste hace décadas. Funciona: los niños se calman, ponen atención y hasta se ríen.
Las rimas son más que un simple pasatiempo. Influyen directamente en cómo el cerebro infantil procesa el lenguaje. Al repetir sonidos parecidos, el oído se afina para distinguir pequeñas diferencias y la boca practica movimientos específicos. Piensa en ello como una gimnasia divertida para la lengua, sin que los niños se den cuenta de que están ejercitándose.
Suelta la lengua y mejora la dicción
Cuando los niños empiezan a hablar, la pronunciación suele ser un reto. La «R» se puede trabar o se saltan sílabas al final. Es aquí donde los versos cortos hacen su magia. Con su ritmo claro, el niño tiende a imitar la cadencia y se esfuerza por completar bien la frase, buscando que «suene igual».
No hacen falta clases. Simplemente repite rimas sencillas durante el baño o la comida. Esto fortalece los músculos de la cara y la boca, lo que facilita una pronunciación más clara con el tiempo.
Memoria de elefante
¿Por qué nos acordamos de las letras de canciones de nuestra infancia, pero no de lo que cenamos el martes? Simple: al cerebro le encantan los patrones. Las rimas crean una estructura predecible que ayuda a guardar mejor la información.
Si quieres que tu hijo recuerde una instrucción, cántasela o ponle rima. En vez de repetir «guarda tus zapatos», prueba con algo como «zapatos al cajón, se acabó la diversión». Notarás que la instrucción se les queda grabada mucho más rápido que con un regaño.
Ejemplos para practicar en casa
No necesitas ser poeta. La clave es usar rimas cortas, de dos o tres líneas, que sean fáciles de repetir. Aquí tienes unas ideas, clásicas y sencillas, para empezar:
Para los golpes y raspones:
Este es el clásico infalible de las mamás mexicanas. No solo logra que se olviden del dolor por un momento, también les da consuelo.
Sana, sana, colita de rana,
si no sana hoy, sanará mañana.
Para aprender sobre animales:
El ratón glotón,
se comió un botón.
Para la hora de dormir:
La luna está sonriendo,
porque el sol ya se está yendo.
Inventen sus propias historias
Lo más divertido llega cuando se salen del guion. Anima a tus hijos a completar frases. Diles: «Veo un gato que tiene un…» y deja que ellos griten «¡Zapato!» o «¡Pato!».
No importa si la rima no tiene sentido; de hecho, cuanto más absurda, mejor. Si dicen «El perro come hierro», se van a reír, y esa risa hace que la idea se les quede más grabada. Este juego sencillo les quita la rigidez del pensamiento lógico y les muestra que pueden usar el lenguaje como quieran para inventar historias.
No tienes que buscar tiempo extra para esto. Hazlo de camino a la escuela, mientras esperan en la fila del súper o antes de apagar la luz. Es gratis, es sencillo y los conecta de una manera que ninguna pantalla puede igualar.
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