Por qué ser pobre es caro: El costo oculto de la pobreza en México
Vivir con poco dinero en México no significa gastar menos. Al contrario, implica pagar más por productos y servicios esenciales. A esta realidad se le conoce como el «impuesto de la pobreza» o la «penalización por pobreza», y muestra las barreras económicas que millones enfrentan, haciendo que salir de la escasez sea un desafío constante.
La pobreza en México va más allá de solo la falta de ingresos. En 2022, afectó a 46.8 millones de personas, quienes además cargan con una serie de gastos extra que les quitan aún más dinero.
Comprar en pequeño, pagar a lo grande
Donde más se siente el «impuesto de la pobreza» es en las compras de cada día. Sin dinero para comprar a granel o aprovechar ofertas en grandes supermercados, mucha gente con ingresos bajos debe ir a la tienda de la esquina. Ahí, los productos se venden en envases pequeños o en cantidades mínimas a granel, lo que dispara el precio por unidad.
Aunque comprar el aceite, el azúcar o el arroz para el día a día parece una solución rápida cuando no hay dinero, al final del mes, la suma de esos pequeños gastos es mucho más alta que si se hubieran comprado en grandes volúmenes.
El alto precio de no tener acceso a la banca
La falta de acceso a servicios bancarios también pasa factura. Sin cuentas, tarjetas de crédito o préstamos de bancos, la gente con menos recursos termina dependiendo de opciones mucho más caras. La Encuesta Nacional de Inclusión Financiera (ENIF) 2021 señala que casi el 30% de los adultos en México usa créditos informales.
Los préstamos «gota a gota» o de particulares, por ejemplo, tienen intereses altísimos que superan por mucho a los de cualquier banco, dejando a las personas en deudas imposibles de pagar. Además, tareas simples como pagar la luz o recibir una remesa generan gastos extra y tiempo perdido en traslados a tiendas de conveniencia o corresponsales bancarios, donde cobran comisiones por cada movimiento.
La salud: un lujo que no se pueden permitir
La desigualdad económica también golpea en la salud. Aunque más gente ya tiene acceso a servicios públicos, seis de cada diez personas que buscaron atención médica en 2024 fueron a clínicas privadas. Para las familias con menos dinero, esto significa un impacto directo y severo en su bolsillo.
La Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) 2024 reveló que el gasto de bolsillo promedio en salud subió, y para las familias de menores ingresos, ese aumento fue de hasta un 23%. La mitad de ese gasto, casi el 50%, se va en medicamentos. Si alguien pospone una consulta por no tener dinero, un malestar leve puede volverse una enfermedad grave que terminará siendo mucho más larga y cara de tratar.
Vivienda y transporte: el costo de vivir lejos
Las viviendas más baratas suelen estar en las orillas de las ciudades, lejos de los empleos. Esto fuerza a la gente a gastar mucho dinero y tiempo en transporte público. A veces, el puro gasto en transporte se come hasta el 22% del ingreso de una persona.
Además, vivir en esas zonas muchas veces significa tener servicios básicos deficientes: agua potable irregular, drenaje precario o internet inestable. Esto obliga a las familias a pagar más por pipas de agua, paquetes de datos o a resignarse a una calidad de vida menor.
Para salir de la pobreza en México se necesita más que solo ayuda. Urge crear políticas públicas que ataquen estos costos invisibles, facilitando el acceso a servicios financieros justos, un sistema de salud público realmente bueno y una planeación urbana que acerque las oportunidades a la gente. Solo así dejaremos de castigar a quienes menos tienen y podremos ofrecerles un punto de partida justo.
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