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  • Mario Benedetti: 7 poemas que te inspirarán a vivir y amar con intensidad

    La poesía de lo cotidiano: Benedetti en nuestras vidas

    Mario Benedetti no necesita complejas presentaciones académicas. Para muchos de nosotros, leerlo se siente como platicar con un amigo que te conoce mejor de lo que tú te conoces. El uruguayo tenía un don particular: bajó la poesía del pedestal inalcanzable y la puso en la mesa de la cocina, en la oficina y en la calle.

    Su obra conecta porque habla sin rodeos. No busca palabras rimbombantes para impresionar, sino los términos exactos para describir ese nudo en la garganta o esa euforia de ver a quien te gusta. Aquí te compartimos siete de sus textos que nos invitan a sentir sin reservas, a abrazar lo bueno y lo malo de la vida.

    1. Táctica y estrategia

    Es, probablemente, su poema más conocido sobre la seducción, pero va más allá del coqueteo. Benedetti distingue entre las acciones pequeñas del día a día (la táctica) y el objetivo final (la estrategia).

    El poema destaca cómo se construye la confianza. No se trata de engañar ni de jugar con la otra persona, sino de estar presente de tal forma que, al final, el otro nos necesite. Nos muestra que el amor no surge al azar, sino de una construcción paciente, como lo dice el poema: «mi estrategia es / que un día cualquiera / no sé cómo ni sé con qué pretexto / por fin me necesites».

    2. No te salves

    Este es un golpe de realidad para cuando nos gana la apatía. Es fácil quedarse en la orilla, no arriesgarse y mantener la calma, pero Benedetti nos advierte del costo de esa seguridad: el vacío.

    «No te salves» es una invitación casi agresiva a vivir. Nos dice que si elegimos la comodidad, el sueño sin sueños y el tiempo sin sangre, entonces es mejor que no contemos con él. Es un poema clave cuando el miedo nos frena ante una decisión difícil; nos recuerda que vivir «a medias» es una forma de morir en vida.

    3. Hagamos un trato

    La esencia del compañerismo. Aquí el amor se mezcla con la amistad más leal. La frase «usted puede contar conmigo» se repite como una promesa de seguridad.

    Lo especial es que no pide nada a cambio, solo ofrece su presencia incondicional. Frente a las relaciones a menudo condicionales, este poema nos devuelve a lo esencial: la simple promesa de estar para el otro, «no hasta dos o hasta diez», sino con una lealtad incondicional.

    4. Te quiero

    Benedetti, exiliado y comprometido políticamente, entendía el amor también como una fuerza social. En «Te quiero», la pareja no solo se mira a los ojos, sino que mira hacia afuera, hacia el mundo.

    La frase «y en la calle codo a codo / somos mucho más que dos» resume esa complicidad que supera lo romántico. Nos invita a buscar relaciones que, lejos de aislarnos, nos impulsen a ser mejores ciudadanos y más conscientes de nuestro entorno. Aquí, el amor se convierte en un motor para el cambio social.

    5. Viceversa

    La pura incertidumbre. Todos hemos pasado por esa espera ansiosa, mirando el teléfono o la puerta.

    «Tengo miedo de verte / necesidad de verte / esperanza de verte / desazones de verte». Benedetti describe con precisión esa contradicción: querer algo con desesperación y, al mismo tiempo, temer lo que pueda pasar (o que no pase). Reconoce nuestro derecho a sentirnos confundidos y vulnerables frente al deseo.

    6. Estados de ánimo

    A veces amanecemos con ganas de comernos el mundo; otras veces, nos pesa hasta el aire. Benedetti no juzga la tristeza. En este poema, describe esos días en que uno se siente «como un terreno baldío» y los contrasta con aquellos en que se siente vivo y sonoro.

    Nos recuerda que la vida emocional no es una línea recta. Aceptar nuestros días grises es tan importante como celebrar los soleados. Simplemente nos recuerda que somos humanos y cambiantes.

    7. Corazón coraza

    El miedo a sufrir nos hace levantar muros. «Porque te tengo y no / porque te pienso / porque la noche está de ojos abiertos». El poema explora el inútil intento de protegerse del amor.

    Usamos una «coraza» para que no nos lastimen, pero el sentimiento siempre encuentra una grieta por donde entrar. Es una lectura esencial para entender que, aunque intentemos cerrar las puertas a lo que sentimos, el corazón a menudo tiene su propio plan.

  • Más que cuentos: Leyendas cortas con grandes lecciones de vida para toda la familia

    Historias que educan: Sabiduría para compartir en la mesa

    Creemos que las leyendas no son solo cuentos para niños o fantasías lejanas. Si miras bien, estas historias son fuentes de sabiduría que han llegado hasta nosotros porque funcionan.

    Nuestros abuelos nos enseñaban sobre la vida con historias, no con conferencias. En Vive.tips, creemos que revivir esa tradición es una gran forma de compartir valores sin sermonear. Por eso, te traemos tres leyendas clásicas, resumidas y listas para conversar en familia. Verás que revelan mucho sobre la naturaleza humana.

    La batalla interna: Los dos lobos (Leyenda Cherokee)

    Esta historia, muy popular entre los Cherokee, es poderosa por su sencillez. Un viejo jefe le explica a su nieto una lucha interna que todos vivimos.

    «Hijo mío, la batalla es entre dos lobos que viven dentro de todos nosotros», dice el anciano. «Uno es el lobo del Mal: es ira, envidia, celos, arrogancia y autocompasión. El otro es el lobo del Bien: es alegría, paz, amor, esperanza, humildad y verdad». El niño lo piensa un momento y pregunta: «¿Y cuál lobo gana?». El abuelo responde: «Aquel al que tú alimentas».

    La enseñanza:
    Solemos pensar que nuestro carácter o un «mal día» nos controlan. Esta historia nos muestra que somos responsables de nuestras acciones. No nacemos buenos o malos; lo que somos es el resultado de las emociones que alimentamos cada día. Para los niños (y para muchos adultos), entender que pueden «matar de hambre» al lobo del enojo es una forma práctica de aprender a controlarse.

    La recompensa del esfuerzo: La piedra en el camino

    Dicen que hace mucho tiempo, un rey puso una roca enorme en medio de un camino importante. Se escondió para ver quién la quitaba. Pasaron los comerciantes más ricos del reino y varios miembros de la corte; todos rodearon la roca sin más. Muchos le gritaron al rey, quejándose de que no mantenía los caminos despejados, pero nadie hizo nada para moverla.

    Después, llegó un campesino con sus verduras. Al ver la roca, dejó lo que cargaba y la empujó con toda su fuerza hasta que la quitó del camino. Cuando regresó a recoger sus verduras, encontró una bolsa justo donde había estado la piedra. Dentro había muchas monedas de oro y una nota del rey que decía: «El oro es para quien se tome la molestia de quitar la piedra del camino».

    La enseñanza:
    Hoy es muy fácil quejarse de todo: el tráfico, la escuela, el trabajo. Esta historia nos invita a no ser pasivos. Nos recuerda que cada problema puede ser una oportunidad para mejorar. Mientras los demás solo protestaban, el campesino actuó. A menudo, lo que llamamos «suerte» es, en realidad, el resultado de hacer lo que otros evitan.

    Conexiones invisibles: El hilo rojo del destino (Leyenda Oriental)

    Según esta tradición asiática, los dioses atan un hilo rojo invisible al dedo meñique de las personas destinadas a encontrarse. No importa el tiempo, el lugar o las circunstancias. El hilo puede estirarse o enredarse, pero nunca se rompe.

    Se cuenta que un joven emperador quiso conocer a su futura esposa. Una bruja que podía ver el hilo lo llevó al mercado y le mostró a una campesina pobre con un bebé sucio. El emperador, molesto, empujó a la mujer, y el bebé se golpeó la frente. Años después, al casarse con la hija de un general, levantó el velo de su novia y vio una cicatriz en su frente. Era la misma herida del bebé.

    La enseñanza:
    Más allá de lo romántico, esta leyenda nos habla de aceptación y paciencia. Nos hace ver que las relaciones y los encuentros no son fruto del azar. En familia, nos ayuda a valorar a quienes tenemos cerca, recordando que nos une un lazo, incluso cuando hay conflictos o distancias.

    ¿Por qué contar esto hoy?

    Estas historias no necesitan pantallas ni efectos especiales. Solo unos minutos de atención. Al compartirlas, provocamos preguntas como: ¿A qué lobo alimentaste hoy en la escuela? ¿Viste alguna piedra en el camino que pudiste haber quitado? Así dejamos una herencia importante: la capacidad de reflexionar.

  • Las claves de Cien Años de Soledad: Resumen y análisis simplificado

    El desafío de entrar a Macondo

    Leer Cien Años de Soledad intimida. Muchos lectores mexicanos empiezan con entusiasmo y terminan perdidos entre tantos Aurelianos y José Arcadios. Pero la novela de Gabriel García Márquez no busca confundir con sus personajes repetidos; más bien, nos sumerge en una historia cíclica que refleja cómo caemos una y otra vez en los mismos errores.

    Para entenderla sin necesidad de un árbol genealógico en la pared, podemos ver la historia de Macondo y los Buendía en cuatro etapas clave.

    Las cuatro etapas de la familia Buendía

    La trama abarca un siglo, pero se siente como un solo instante que da vueltas. Así se desarrolla su historia:

    1. La fundación y la utopía
    Todo inicia con José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán huyendo de un fantasma y buscando un lugar donde establecerse. Fundan Macondo, una aldea casi prehistórica donde el mundo era tan reciente que las cosas no tenían nombre. Esta es la etapa de la inocencia, la curiosidad científica (gracias a los gitanos y Melquíades) y el miedo constante de Úrsula a tener un hijo con cola de cerdo por el incesto.

    2. Las guerras y el conflicto político
    La paz se rompe cuando la política exterior llega al pueblo. Es entonces cuando aparece el Coronel Aureliano Buendía. Macondo deja de ser una aldea mágica para convertirse en un cuartel. El Coronel organiza 32 levantamientos armados y los pierde todos. Esta etapa muestra la violencia partidista que ha definido a buena parte de Latinoamérica.

    3. La fiebre del banano y la falsa prosperidad
    Llegan el tren, el hielo, el cine y, sobre todo, la compañía bananera estadounidense. Macondo se moderniza a la fuerza. Aunque trae un auge económico sin precedentes, también marca la mayor tragedia moral. Se desata la masacre de los trabajadores de la bananera, un hecho histórico real que García Márquez incorpora a la ficción. Tras la matanza, llueve durante cuatro años, once meses y dos días, lavando la memoria del pueblo.

    4. La decadencia y el final
    Después de la lluvia, Macondo se convierte en un pueblo fantasma. Los últimos Buendía viven entre ruinas, entregados a sus pasiones y olvidados por el resto del mundo. Aureliano Babilonia descifra por fin los pergaminos de Melquíades justo cuando un viento bíblico borra al pueblo de la faz de la tierra, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad.

    Lo real, lo mágico y lo que duele

    Lo que la hace especial no son solo los muertos que regresan por sentirse solos o Remedios la Bella subiendo al cielo envuelta en sábanas. La magia del realismo mágico en la novela radica en el tono: García Márquez narra lo imposible con total seriedad, como un dato periodístico, y las tragedias reales (como las guerras) con una brutalidad poética que cala hondo.

    No hay distinción entre mito e historia. La peste del insomnio, que hace olvidar los nombres de las cosas, es una crítica directa a nuestra falta de memoria histórica. Si olvidamos que ocurrió una masacre, estamos condenados a permitir que suceda de nuevo.

    La soledad como herencia

    Dejando la magia a un lado, el eje de la historia es la incapacidad de amar. Los personajes están juntos, tienen hijos y hacen fiestas, pero viven aislados dentro de sí mismos.

    • Los Aurelianos suelen ser retraídos y mentales.
    • Los José Arcadios son impulsivos y físicos.

    Ninguno logra romper el ciclo. La soledad en la novela no es una circunstancia, es un rasgo genético de la familia. Así, el libro deja de ser un cuento de hadas tropical para convertirse en una radiografía de nuestras familias y sociedades, donde a veces el tiempo no avanza, solo da vueltas.

  • Las lecciones de amor que Pablo Neruda nos dejó en sus poemas

    El amor no siempre es gritos y fuegos artificiales

    Cuando pensamos en romance, a veces caemos en la trampa de imaginar grandes gestos o declaraciones de película. Sin embargo, Pablo Neruda, el poeta chileno, nos mostró que el amor real se esconde a menudo en los detalles más pequeños, en los silencios cómodos y, a veces, en la melancolía de lo que ya no está.

    No hace falta ser experto en literatura para que un verso suyo nos llegue directo al corazón. Neruda sabía que el amor es complicado, imperfecto, doloroso y, muchas veces, lo que le da sentido a nuestras vidas. Estas son algunas de sus ideas que, a pesar del tiempo, siguen resonando con fuerza.

    La comodidad del silencio compartido

    Uno de sus poemas más conocidos empieza con: «Me gustas cuando callas porque estás como ausente». Al principio, podría malinterpretarse, pero el significado va más allá de un simple deseo de silencio.

    Hablamos de la verdadera intimidad. Esa etapa de la relación donde no hace falta llenar cada segundo con charla superficial. Neruda describe una conexión en la que la simple presencia del otro es suficiente. Estar juntos, en silencio, es una de las mayores pruebas de confianza. Si puedes sentarte con tu pareja en paz, sin sentir ansiedad, experimentas lo que el poeta describió: una comunicación sin palabras.

    Amar «las cosas oscuras»

    En el Soneto XVII, Neruda escribe: «Te amo como se aman ciertas cosas oscuras, secretamente, entre la sombra y el alma».

    Aquí está una de sus ideas más honestas sobre la aceptación. No amamos a alguien solo por su «luz», por sus éxitos o por lo bien que se ve en una foto. Amar de verdad significa abrazar esas partes que nadie más ve: los miedos, las inseguridades, los defectos.

    Él nos anima a querer sin lógica («sin saber cómo, ni cuándo, ni de dónde»). Su mensaje es que el cariño de verdad no busca razones; simplemente existe y acepta a la persona completa, con sus luces y sus sombras.

    La dignidad ante el olvido

    El amor propio nunca debe perderse, ni siquiera cuando queremos a alguien con locura. En el poema Si tú me olvidas, Neruda advierte con claridad: «Si de pronto me olvidas, no me busques, que ya te habré olvidado».

    Suena fuerte, pero habla de un punto fundamental: la reciprocidad. El amor no es un sacrificio donde uno da todo y el otro nada. Si el interés se apaga de un lado, no tiene sentido insistir ni rogar. Mantener la dignidad es esencial. Neruda nos recuerda que el compromiso debe ser mutuo. Si el amor se acaba de un lado, es hora de seguir adelante.

    Aceptar que olvidar cuesta trabajo

    Todos hemos pasado por una ruptura que parece no tener fin. La frase «Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido» (del Poema 20) capta la esencia de ese duelo.

    A veces queremos sacarnos a alguien de la cabeza de un día para otro, y nos frustramos cuando no pasa. La clave es la paciencia. El poeta reconoce ese dolor. Nos muestra que es normal que los recuerdos pesen más que el tiempo que duró la relación. La nostalgia no es algo contra lo que pelear, sino una parte natural de haber amado de verdad.

    Leer a Neruda no es solo leer poesía; es ver reflejadas nuestras propias relaciones. En la pasión silenciosa o en la despedida dolorosa, sus versos nos confirman que, en el fondo, todos compartimos los mismos sentimientos.

  • Vanguardismo sin complicaciones: Descubre los movimientos que rompieron todas las reglas

    ¿Qué es exactamente el vanguardismo?

    A principios del siglo XX, el mundo cambiaba muy rápido. Había guerras, avances tecnológicos y mucha incertidumbre. En medio de todo ese caos, un grupo de artistas y escritores decidió que las viejas formas de hacer arte ya no servían. No querían pintar paisajes bonitos ni escribir poemas con rimas perfectas; querían sacudir a la sociedad.

    A ese impulso rebelde se le llamó vanguardismo. El término viene del militar «avant-garde», que se refiere a la parte del ejército que va adelante abriendo camino. Y eso hicieron estos artistas: se adelantaron a su tiempo, rompieron las normas académicas y se enfrentaron a lo establecido.

    No fue un solo estilo, sino una explosión de «ismos» (movimientos) distintos. Aunque cada uno tenía sus propias ideas, todos compartían algo básico: la disconformidad con la realidad y el deseo urgente de crear algo nuevo.

    Características: Rebeldía y experimentación

    Para entender estas corrientes, hay que olvidar la idea de que el arte debe ser una «copia fiel» de lo que vemos. Los vanguardistas buscaban lo opuesto:

    • Ruptura total: Rechazaban la tradición. Si el arte clásico buscaba armonía y belleza, ellos buscaban impacto, fealdad intencional o provocación.
    • Libertad de forma: En la literatura, abandonaron la métrica y la puntuación lógica. En la pintura, se olvidaron de la perspectiva y los colores realistas.
    • Mundos interiores: Les interesaba más pintar la psicología, el sueño o la emoción pura que retratar un jarrón con flores tal cual es, una aproximación que también se refleja en la exploración narrativa de Cien Años de Soledad.
    • El manifiesto: Casi todos estos grupos escribían documentos públicos (manifiestos) donde explicaban sus reglas y atacaban a los conservadores.

    Los «ismos» que cambiaron todo

    Aunque hubo muchos movimientos, tres definieron gran parte de lo que hoy entendemos por arte moderno. Aquí tienes una guía rápida para identificarlos.

    Cubismo: Rompiendo la perspectiva

    Olvídate de ver las cosas desde un solo punto de vista. El cubismo, liderado por figuras como Pablo Picasso y Georges Braque, propuso que un objeto podía verse desde todos sus ángulos al mismo tiempo.

    Rompían las figuras en formas geométricas (cubos, cilindros, triángulos) y las rearmaban en el lienzo. Un ejemplo claro es Las señoritas de Aviñón de Picasso, donde los cuerpos parecen quebrados y los rostros son máscaras angulares. Fue un shock visual que obligó al espectador a armar el rompecabezas con la mente.

    Expresionismo: El grito de la emoción

    Mientras el cubismo era mental y analítico, el expresionismo era pura tripa y sentimiento. Nació en Alemania y buscaba reflejar la angustia, el miedo y la soledad del ser humano moderno.

    Los expresionistas deformaban la realidad para mostrar cómo se sentía el mundo, no cómo se veía. Usaban colores violentos y trazos nerviosos. Aunque es un poco anterior al auge del movimiento, El Grito de Edvard Munch resume esta idea: una figura deformada por el pánico bajo un cielo rojo sangre.

    Surrealismo: El poder de los sueños

    Influenciados por el psicoanálisis de Freud, los surrealistas querían liberar el inconsciente. Creían que la verdad estaba en los sueños y en lo irracional, lejos del control de la razón, elementos que también se exploran en el profundo análisis de Cien Años de Soledad.

    Artistas como Salvador Dalí o René Magritte pintaron escenas imposibles con una técnica casi fotográfica. Relojes que se derriten, manzanas flotando frente a caras o lluvias de hombres con bombín. Buscaban sorprender y conectar con esa parte extraña que todos tenemos en la mente pero que solemos reprimir.

    Por qué sigue importando

    El vanguardismo no fue solo una moda pasajera de museos. Cambió la publicidad, el diseño gráfico, el cine y la arquitectura que vemos hoy en las calles de México y el mundo. Nos enseñó que el arte no tiene que ser «bonito» para ser valioso; tiene que ser honesto, provocador y, sobre todo, libre.

  • Descubre la magia de los cuentos: beneficios para tus hijos y tu vínculo familiar

    Contar cuentos: mucho más que un ritual nocturno

    «Cuéntame un cuento». Esa frase, común en casas de todo México antes de dormir, esconde algo más que solo ganas de alargar el día. Leer o narrar una historia juntos crea un momento especial. No hacen falta grandes producciones ni libros caros; la voz de mamá o papá es suficiente para estimular la mente de un niño.

    Cuando abres un libro, le presentas a tu hijo palabras que no siempre aparecen en la conversación diaria. Términos como «gigante», «hechizo», «lejano» o «astuto» los aprenden de forma natural. Al escucharlas en su contexto, los niños amplían su vocabulario y mejoran su forma de expresarse, sin que parezca una lección.

    La imaginación se ejercita

    A diferencia de ver un video en una tableta, que ya muestra todo visualmente, escuchar una historia hace que el cerebro trabaje. El niño debe imaginar cómo es el bosque encantado o de qué color es el dragón. Esto fortalece su capacidad de visualizar y ser creativo.

    La curiosidad natural del niño crece con cada página. Preguntas sencillas como «¿Qué crees que hará el conejo ahora?» o «¿Por qué crees que la niña está triste?» convierten una lectura pasiva en un momento para pensar. Así, los niños aprenden a predecir lo que puede pasar y a entender por qué suceden las cosas.

    Un simulacro para la vida

    Las historias son como un pequeño simulacro seguro de la vida. A través de los personajes, los niños conocen emociones como el miedo, la envidia, la tristeza o la valentía. Cuando ven que un personaje supera un problema, aprenden a enfrentar sus propios conflictos.

    Si el protagonista logra vencer el miedo a la oscuridad o compartir sus juguetes, el niño entiende que hay soluciones. Así se enseñan valores y empatía. Al imaginarse en el lugar del personaje, aprenden a reconocer lo que sienten los otros, una habilidad importante para convivir.

    Conexión sin distracciones

    Uno de los mayores beneficios es que fortalece el lazo familiar. Vivimos a las carreras, entre el tráfico, la escuela y el trabajo. El momento del cuento nos invita a detenernos. Durante 15 o 20 minutos, no hay notificaciones de celular ni pendientes de la oficina.

    Esa atención exclusiva le hace sentir al niño que es importante. El contacto físico, como sentarse juntos o abrazarse al leer, le da una sensación de seguridad y protección. Lo importante no es narrar a la perfección, sino compartir ese instante.

    Consejos para empezar hoy

    Para integrarlo en la rutina, solo hace falta constancia:

    • Establece un horario: La noche suele ser ideal porque ayuda a bajar el ritmo antes de dormir, pero cualquier momento tranquilo del día funciona.
    • Dales el control: Deja que ellos escojan el libro, incluso si es el mismo que ya leíste tres veces seguidas. La repetición les da seguridad y les ayuda a memorizar estructuras.
    • Inventa historias: Si no hay un libro a la mano, usa anécdotas de tu propia infancia o inventa personajes. A los niños les fascina escuchar historias sobre cuando sus papás eran pequeños.

    Leer juntos es una forma valiosa de dedicar tiempo a tus hijos. Esos minutos se convertirán en recuerdos importantes y contribuirán a su crecimiento emocional e intelectual.

  • Descubre las Bombas Hondureñas: Tradición, Ingenio y Mucha Risa

    ¡Bomba! El grito que para la fiesta

    Estás en medio de un baile, la música suena fuerte y la pista está llena. De pronto, la música para en seco y alguien grita con fuerza: «¡Bomba!». Nadie se asusta; al contrario, todos se preparan para lo divertido.

    Las bombas hondureñas son una tradición que arranca risas. No son explosivos, sino rimas breves, llenas de picardía, humor y, a veces, un toque de «veneno». Funcionan como un duelo verbal, casi siempre entre un hombre y una mujer, que interrumpe las danzas folclóricas para desafiar el ingenio de quienes participan.

    Un coqueteo con historia

    Aunque hoy las vemos como pura diversión, estas rimas nacieron en la época colonial. Surgieron del mestizaje, al mezclar las coplas que trajeron los españoles con la chispa y la creatividad de la gente local. Con el tiempo, los hondureños las adoptaron por completo, haciéndolas parte de su cultura.

    No se trata solo de recitar un poema, sino de una batalla de ingenio en verso. La dinámica es casi siempre la misma: el hombre lanza un verso coqueto, intentando enamorar (o molestar) a su pareja de baile. Ella, lejos de callar, responde con otro verso que casi siempre es un rechazo tajante y muy chistoso, dejándolo en ridículo ante todos.

    Ingenio rápido y rima consonante

    Para que una bomba funcione, debe rimar y «doler» (de risa, claro). La mayoría son cuartetas octosílabas, pero la métrica es menos importante que el remate. Lo que cuenta es la agilidad mental.

    El hombre suele adoptar el papel de galán, presumiendo de dinero, amor eterno o valentía. La mujer, por su lado, asume el rol de una jueza implacable que desenmascara sus mentiras y le responde atacando su apariencia, su pobreza o su falta de inteligencia. Es un «tira y afloja» donde ella casi siempre se lleva la victoria.

    Ejemplos para morirse de risa

    La mejor forma de entender una bomba es con ejemplos. Estos son algunos de los intercambios más clásicos que se escuchan en una fiesta catracha:

    El romántico atrevido:

    Él:
    Desde lejos he venido
    rodando como una naba,
    solo para venirte a ver
    palo de granadilla brava.

    Ella:
    Si desde lejos llegaste
    rodando como una naba,
    regresate rodando
    que aquí no tenés entrada.

    El que promete el cielo:

    Él:
    En el jardín de mi casa
    tengo un pie de valeriana,
    para que se casen conmigo
    todas las que tengan gana.

    Ella:
    En la puerta de mi casa
    tengo un pie de vergonzoso,
    para que no entren los hombres
    que tienen el cuerpo perezoso.

    El clásico de la piña:

    Él:
    La mujer que ama a dos hombres
    no es tonta, sino entendida:
    si una vela se le apaga,
    la otra le queda encendida.

    Ella:
    Un hombre con dos mujeres
    es un hombre sinvergüenza,
    que no cumple con la una
    y a la otra la tiene de mensa.

    Estas rimas no solo animan las fiestas, sino que también son una forma de conectar, reírse de los problemas de cada día y conservar la particularidad del folclore centroamericano. Así que la próxima vez que escuches «¡Bomba!», ya sabes: es el momento de una ingeniosa «pedrada» en verso.

  • Rubén Darío: Poemas que Reflejan el Alma y las Emociones Humanas

    Más allá del bronce: Darío y el sentir humano

    Muchos imaginamos a los poetas clásicos como estatuas de bronce: frías, distantes y difíciles de entender. Rubén Darío, el nicaragüense que cambió para siempre la literatura en español, es la excepción. Su obra, lejos de ser solo historia, nos conecta todavía hoy con nuestros miedos, pasiones y esa melancolía inexplicable que nos asalta sin avisar.

    Darío no solo fundó el Modernismo —ese movimiento que llenó de música y color las letras hispanas—, sino que se atrevió a explorar las profundidades del alma humana. Sus poemas no son solo rimas bonitas; son confesiones.

    La melancolía vestida de lujo

    Sonatina, uno de sus textos más conocidos, muestra bien cómo Darío usaba la belleza para envolver la tristeza. Todos conocemos su inicio: «La princesa está triste… ¿qué tendrá la princesa?». A primera vista, es un cuento de hadas con fresas, cisnes y palacios de diamantes. Pero al leer con atención, descubrimos un retrato claro de la insatisfacción crónica.

    La princesa lo tiene todo, pero nada de lo que la rodea le atrae. Se siente atrapada en su propia riqueza, en su «jaula de oro». Aquí, Darío plasma esa sensación de vacío tan nuestra, ese deseo de huir a un lugar desconocido y encontrar a alguien que quizá ni exista. No es solo un poema sobre una niña rica; es sobre la soledad que se puede sentir, incluso entre mucha gente.

    El miedo a la incertidumbre

    Si Sonatina nos habla de una melancolía suave, el poema Lo fatal es un golpe directo al estómago. Aquí Darío deja de lado los adornos y nos confronta con el pánico existencial.

    «Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo, / y más la piedra dura porque esa ya no siente».

    ¿Quién no ha deseado, en un momento de dolor extremo, poder desconectar el cerebro y el corazón? El poeta envidia a la piedra por no tener que preocuparse por el futuro ni sufrir por el pasado. En estos versos breves, Darío condensa la angustia de la existencia: el terror de «ser sin rumbo cierto», el miedo a la muerte y el cansancio de cargar con la conciencia. Es una lectura cruda y sin filtros, que conecta con cualquiera que haya vivido una crisis de ansiedad a las tres de la mañana.

    Ternura y garra política

    Pero Rubén no era solo tristeza. En A Margarita Debayle, nos muestra su lado más tierno, contándole una historia a una niña con una espontaneidad que desarma. El poema subraya la inocencia y la imaginación, dos tesoros que a menudo olvidamos al crecer.

    Además, sabía sacar las uñas. En poemas como A Roosevelt, deja a un lado los cisnes para criticar el imperialismo y defender la identidad latina. Ahí, la emoción se transforma en orgullo y resistencia, probando que el arte también es una voz fuerte.

    Leer a Rubén Darío hoy no es un ejercicio puramente académico. Es encontrarse con alguien que, hace más de un siglo, ya sabía ponerle palabras exactas a lo que sentimos. Su poesía nos enseña a abrazar nuestras emociones, desde la euforia del amor hasta el miedo a lo desconocido, y nos recuerda que sentir intensamente no es una debilidad, sino la prueba de que estamos vivos.

  • El Amor en Sus Mil Caras: Lo Que los Grandes Poetas Nos Enseñan Sobre Querer de Verdad

    Más allá de las tarjetas de San Valentín

    A veces pensamos que el amor es puro romance de película, cenas con velas y finales felices asegurados. Nos hemos acostumbrado a la versión «light» del sentimiento, esa que cabe en un post de Instagram o en una tarjeta de felicitación genérica. Pero si le rascas tantito, te das cuenta de que querer a alguien es un asunto mucho más enredado, crudo y profundo.

    Los poetas, esos que se han dedicado a sentir de más y a ponerlo en papel, llevan siglos diciéndonos que el amor no tiene una sola cara. Por ejemplo, Rubén Darío en sus poemas reflejó el alma y las emociones humanas en toda su complejidad, y si quieres seguir explorando la profundidad de este sentimiento, puedes descubrir las lecciones de amor que Pablo Neruda nos dejó en sus poemas. No es solo mariposas en el estómago; a veces es una guerra interna, otras un pacto de lealtad inquebrantable o una forma de entender por qué estamos en este mundo.

    La tormenta interna y la paradoja

    Si hablamos de intensidad, en México tenemos a una experta: Sor Juana Inés de la Cruz. Ella entendía que el amor no siempre es paz y tranquilidad. En sus sonetos, el sentimiento amoroso aparece como una «sombra de mi bien esquivo».

    Sor Juana nos enseña que querer implica contradicción. Es desear y temer al mismo tiempo, es buscar a quien nos huye y huir de quien nos busca. Este tipo de amor es pasional y no tiene lógica. Entender esto quita presión a nuestras relaciones. El amor real tiene sus caos, sus dudas y sus momentos donde la razón y el corazón no se ponen de acuerdo, y eso está bien. Sí, es parte de la vida misma.

    El amor que te inventa

    Para autores como Pedro Salinas, el amor es una fuerza que nos moldea. En La voz a ti debida, Salinas no habla de poseer al otro, sino de descubrirse a uno mismo a través de la persona amada.

    Aquí, el amor funciona como un espejo que saca tu mejor versión. No esa idea trillada de la «media naranja» que te completa, sino la noción de que el otro te ayuda a crear un mundo nuevo. Cuando amas así, dejas de ser un espectador de tu vida para convertirte en protagonista. La otra persona te saca de la nada y te da nombre. Un amor así te ayuda a construir quién eres, donde el otro le da un nuevo sentido a lo que vives.

    Un pacto de compañerismo

    Mario Benedetti nos baja de la nube para poner los pies en la tierra. Para él, el amor es solidaridad. En poemas como Hagamos un trato, el sentimiento deja de ser solo suspiros para convertirse en una alianza.

    Esta es una de las caras más prácticas del amor hoy. Benedetti propone una relación donde «usted puede contar conmigo». No es solo pasión desmedida, es saber que tienes un compañero o compañera de trinchera. Es ver el amor como un pacto de apoyo mutuo y, sí, de justicia. En un mundo que a veces parece venirse abajo, tener a alguien a tu lado, sin condiciones y con lealtad, es una de las formas más honestas de amar.

    Querer con todas las letras

    Cuando revisamos estos tipos de amor, nos damos cuenta de que el amor de aparador no es lo único que existe. La poesía nos dice claro que se vale sentir miedo, que se vale reinventarse y que, sobre todo, el amor es una acción diaria de compañerismo. No necesitamos imitar los versos, pero sí podemos usar esa intensidad y honestidad para conectar de verdad con quienes nos rodean, aceptando el paquete completo: el caos, la construcción y la alianza.

  • Poemas que conmueven: Versos para expresar el amor incondicional a tus hijos

    Cuando el sentimiento supera al lenguaje

    Ser madre o padre es experimentar una sacudida interna que nadie te explica del todo hasta que tienes a tu hijo en brazos. Hay días en los que el amor se desborda y un simple «te quiero» se siente pequeño, casi insuficiente para abarcar el miedo, la esperanza y la alegría que provoca verlos crecer.

    La poesía no es solo para libros o salones de clase. Es una herramienta poderosa para nombrar lo que sentimos. Muchos autores vivieron estas mismas emociones intensas y las plasmaron en sus versos. Compartir estos poemas con tus hijos –en una carta, una nota en el refri o leyéndolos antes de dormir– conecta directo con sus sentimientos.

    Aquí te propongo algunos poemas para diferentes etapas de la crianza.

    La ternura de Gabriela Mistral

    Gabriela Mistral plasmó en sus versos la conexión física y el cuidado de una madre. Su poema «Caricia» es ideal para esos ratos tranquilos, cuando el mundo se detiene y solo importan tú y tu hijo.

    «Madre: madre, tú me besas,
    pero yo te beso más,
    y el enjambre de mis besos
    no te deja ni mirar…»

    Habla de cómo juegan, del apego fuerte y de ese cariño mutuo de los primeros años. Cuando se lo lees a tu hijo, le transmites: «lo nuestro es un lugar seguro».

    Kahlil Gibran y el arte de soltar

    Quizás uno de los retos más duros de la paternidad es entender que no criamos a los hijos para nosotros, sino para el mundo. El poeta libanés Kahlil Gibran, en «Tus hijos no son tus hijos», ofrece una verdad que duele, pero alivia.

    «Tus hijos no son tus hijos
    son hijos e hijas de la vida
    deseosa de sí misma.
    No vienen de ti, sino a través de ti
    y aunque estén contigo
    no te pertenecen.»

    Este poema es ideal para hijos adolescentes o adultos jóvenes. Compartirlo es reconocer su independencia, decirles que confías en su camino y que tu amor los impulsa, no los retiene.

    José Martí: El padre como refugio

    El cubano José Martí dedicó todo un poemario, Ismaelillo, a su hijo. Sus versos no son cursis, son una muestra de cómo proteger a un hijo en un mundo que a veces asusta.

    En «Hijo: Espantado de todo», Martí muestra que no es un superhéroe invencible, sino un lugar seguro y lleno de afecto:

    «Hijo:
    Espantado de todo, me refugio en ti.
    Tengo fe en el mejoramiento humano,
    en la vida futura, en la utilidad de la virtud,
    y en ti…»

    Le dices a tu hijo que es tu fuerza, tu motivo para creer que las cosas siempre pueden mejorar. Imagina escribirlo en una tarjeta cuando atraviesan un momento difícil o un cambio importante.

    Haz que las palabras cuenten

    No dejes que estos poemas se queden en la pantalla. La tecnología es práctica, pero el papel guarda algo especial. Copia uno de estos fragmentos a mano y déjalo bajo su almohada o dentro de un libro que esté leyendo.

    Hoy, en un mundo tan rápido y digital, tomarte el tiempo de elegir y regalar estas palabras es un gesto de amor real. Les das palabras para nombrar lo que sienten y, más importante, la seguridad de tu amor siempre, sin importar qué pase.