Alicia en el País de las Maravillas: Los mensajes ocultos que solo los adultos descifran

Muchos recordamos a Alicia cayendo por la madriguera del conejo como una tierna imagen infantil, una que las adaptaciones animadas suelen suavizar. Pero al volver a la obra de Lewis Carroll (seudónimo del matemático Charles Lutwidge Dodgson) con ojos de adulto, la experiencia cambia. Lo que parecía un cuento de hadas absurdo se revela como una crítica incisiva, a veces inquietante, sobre lo difícil que es crecer y navegar un mundo regido por reglas ilógicas.

La pesadilla de la pubertad

Más allá de conejos con prisa, la historia se centra en una crisis física: Alicia no para de cambiar de tamaño. Come un pastel y crece hasta golpear el techo; bebe una poción y se encoge hasta casi desaparecer.

Para un niño, esto es magia. Para un lector adulto, Carroll retrata la incomodidad de la pubertad, esa etapa donde el cuerpo se siente ajeno, las extremidades sobran y la identidad física se vuelve inestable. Alicia confiesa no saber quién es porque «ha cambiado muchas veces desde esta mañana». Esa desconexión con uno mismo se siente familiar para cualquiera que haya pasado por la adolescencia.

Identidad en crisis y la Oruga Azul

El encuentro con la Oruga Azul es un interrogatorio existencial clave. La pregunta «¿Quién eres tú?» paraliza a Alicia. Ella intenta responder desde la lógica y la educación victoriana, pero nada funciona.

Carroll nos confronta con un problema que persiste en la adultez: la identidad a menudo se moldea por lo que otros esperan. Alicia recita poemas aprendidos en la escuela, pero las palabras salen alteradas. Su «yo» educado y correcto se desmorona frente a la realidad del País de las Maravillas. Esto nos evoca esos momentos en que, al intentar encajar en moldes sociales (el trabajo, la familia), nos sentimos actuando un papel que no nos corresponde.

Sátira a la burocracia y la política

El País de las Maravillas no carece de reglas; tiene demasiadas, y todas son arbitrarias. Carroll se mofaba del sistema legal y político de su época, algo que un adulto mexicano puede reconocer en la burocracia actual.

Tomemos la «Carrera de Comité» (Caucus-race). Los animales corren en círculos, inician y terminan cuando se les antoja. Al final, el Dodo declara que «todos han ganado y todos deben tener premio». Es una burla directa a los procesos políticos donde se gasta energía, se le da vueltas al mismo asunto sin resolver nada, y aun así todos los involucrados se felicitan.

El juicio de la Sota de Corazones ilustra una farsa judicial. La Reina de Corazones exige «primero la sentencia, luego el veredicto». Es la lógica del autoritarismo puro disfrazado de justicia, donde el capricho del poderoso prevalece sobre cualquier razón.

La locura como estrategia de supervivencia

El Gato de Cheshire le dice a Alicia: «Aquí todos estamos locos. Yo estoy loco. Tú estás loca». Cuando ella protesta, él replica que, de no estarlo, no habría llegado.

Esta frase desnuda una verdad cruda. El mundo «real» —la rígida sociedad victoriana, o nuestra sociedad moderna saturada de exigencias— es tan absurdo como el País de las Maravillas. La única forma de sobrevivir es adoptar cierto grado de locura. La obsesión del Sombrerero con el tiempo o la violencia sin sentido de la Duquesa reflejan la distorsión de adultos reales, absortos en la productividad o las normas sociales.

Al final, Alicia no conquista el País de las Maravillas; simplemente despierta. Pero al lector le queda la duda de si la «realidad» a la que regresa es, en verdad, más sensata que el sueño del que escapó.

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *